jueves, octubre 30, 2014

Mad Monster Party?


Decía Tim Burton durante la promoción de Pesadilla antes de Navidad que ésta no era el primer musical de terror rodado con la técnica stop motion, si no que quien tenía ese honor era Mad monster party?, film que, a todas luces, fue la clara inspiradora del film dirigido por Henry Sellick.



Rankin Bass Productions era un productora liderada por el tándem Arthur Rankin Jr. y Jules Bass que apareció en la Norte América de principios de los 60 bajo el nombre de Videocraft Internacional, especializada en programas infantiles para televisión. Especiales animados (muchas se facturaban en Japón por la Toei, ni más ni menos. De ahí la calidad superior a lo que se facturaba en los propio USA). Pero quizá lo que más llamaba la atención eran sus producciones en stop motion. 



Precisamente la primera de sus producciones fue en este formato, siendo The New Adventures of Pinocchio (aquí editada en los 80 en vídeo de la mano de VideoCadena como Las nuevas aventuras de Pinocho). Luego vinieron versiones de Viento en los sauces. El mago de Oz y una secuela llamada Cuentos del mago de Oz, Festival de clásicos familiares (que aquí nos llegó en varios volúmenes en VHS). Pero serían sus especiales para la televisión lo que les dio la fama. Concretamente con Rudolph, el reno de la nariz roja

Mad Monster Party? sería su tercer film estrenado en cines (las primeras serían El soñador aventurero y Willy McBean and His Magic Machine, ambas en stop motion y la segunda mezclándolo con actores reales).
La idea era clara y simple, recuperar a los monstruos clásicos que habían aterrorizado las plateas en los 30 y 40 y que en los 60 ya no asustaban ni al Tato, siendo el género de terror dado de lado por el gran público, que demandaba historias de ciencia ficción con guerras nucleares, insectos gigantes e invasiones extraterrestres.



El Barón Boris von Frankenstein descubre el arma de destrucción masiva (algo así como una bomba nuclear) con lo que decide hacer una reunión con los monstruos de todo el mundo para hacerles partícipes del descubrimiento y, a la vez, informarles de su decisión de retirarse como jefe de todos ellos.
Una vez que todos están reunidos y sepan de la noticia todos querrán hacerse con el mando del grupo, pero la intención del Barón es cederle su cargo a su sobrino Felix Flanken, un chico normal y corriente que es estudiante de farmacia.



Una de las novedades de la compañía era usar voces de actores famosos mucho antes que ésto fuera habitual. El film aquí comentado no fue diferente y nos encontramos a Boris Karloff y Phyllis Diller. Además de, igual que harían en El apóstol décadas más tarde, los diseños de los muñecos están basados en estos actores, además de añadir a Peter Lorre al elenco de caras conocidas. Además de contar con guión de Harvey Kurtzman, creador de la revista Mad.

Pero, pese a tener a Kurtzman en el guión, el film se hace pesadito. Muchas escenas de relleno (como la escena de la cocina) y canciones más bien reguleras, salvando la de los títulos de crédito (cantada por Ethel Ennis en un estilo muy jamesbondiano) y la de la escena de esos Beatles esqueléticos. Todo valía con tal de llegar a los 90 minutos, aunque fuese a costa de aburrir al respetable. 



Una cosa no demasiado conocida es una especie de remake que hizo la propia Rankin Bass Productions allá por 1972 bajo el título Mad, mad, mad monsters, una especie de precuela facturada en animación tradicional y quitándole los números musicales. Y, posiblemente, teniendo en mente a los Groovie Goolies (Mis queridos monstruos), la serie de la Filmation.


Después, Rankin Bass Productions siguió facturando especiales navideños y series para la televisión norteamericana, como era el caso de The Jackson 5ive (la serie animada de Michael Jackson y sus hermanos), nuestras queridas ThunderCats y SilverHawks, las adaptaciones de El hobbit y El retorno del rey, para acabar cerrando la persiana a finales de los 80.



Mad Monster Party? es un film de culto que por alguna razón nunca se ha distribuido por estos lares, ni siquiera en la época dorada de los videoclubs, donde se editaba todo lo habido y por haber. Su estatus de culto es más por su condición de extravaganza (film sesentero en stop motion que mezcla monstruos y canciones) que por sus valores reales más allá del aspecto técnico y estético.

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